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La depresión no es un estado de ánimo más bajo de lo habitual, es un trastorno psicológico afectivo que supone cambios importantes en la manera de pensar, sentir , comportarse; varía desde bajadas transitorias del estado de ánimo hasta el síndrome clínico. Se caracteriza por el hecho de sentirse triste, melancólico, infeliz, abatido o derrumbado.
Los síntomas de la depresión abarcan:
- Estado de ánimo irritable o bajo la mayoría de las veces.
- Dificultad para conciliar el sueño o exceso de sueño.
- Cambio grande de apetito, con aumento o pérdida de peso.
- Cansancio y falta de energía.
- Sentimiento de inutilidad, odio a sí mismo y culpa.
- Dificultad para concentrarse.
- Movimientos lentos o rápidos.
- Inactividad y retraimiento de las actividades usuales.
- Sentimiento de desesperanza y abandono.
- Pensamientos repetitivos de muerte o suicidio.
- Pérdida de placer en actividades que suelen hacerlo feliz.
La depresión no entiende de edades, pueden padecerla tanto personas adultas, adolescentes o incluso niños. Esta última es la más difícil de identificar, ya que se puede confundir su comportamiento como parte de su desarrollo, con estar deprimido.
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Causas:
La depresión se puede transmitir de padres a hijos, bien puede deberse a los genes o a comportamientos aprendidos en el hogar. También se puede desencadenar por un hecho estresante o infeliz en la vida:
- Alcoholismo o drogadición.
- Afecciones como el cáncer o dolor (crónico) a largo plazo.
- Pérdida de trabajo, divorcio o fallecimiento de un ser querido.
- Aislamiento social.
Si algo en común entre todas las personas que están deprimidas es el que no quieran reconocer que tienen un problema y que necesitan ayuda para ser tratados. En ocasiones sienten vergüenza o prejuicios y no quieren que los demás sepan de su estado anímico; en otras se trata de perfeccionismo y autoexigencia y no se permiten mostrar ningún signo de debilidad ni antes los demás ni a sí mismo.