Nuestro cuerpo es sabio y si el llanto existe es porque cumple una importante función para el equilibrio de nuestro cuerpo, tanto física como psicológicamente. Desde el punto de vista fisiológico, se liberan hormonas complementarias entre sí, la adrenalina que nos prepara para afrontar situaciones de estrés y la noradrenalina y la oxitocina que nos relajan después de la tensión liberada. El efecto de llorar es similar a los analgésicos opiáceos.
Aunque socialmente no está bien visto, sobre todo si se hace en público, llorar se relaciona con debilidad, sensibilidad e inseguridad, pero no es una debilidad del ser humano. Se puede decir que tras cada pérdida, ya sea material o personal, nuestro organismo origina una cantidad determinada de lágrimas, por lo que cuanto antes se echen fuera, mejor.
Entre sus beneficios:
– Libera tensión, ansiedad, tristeza.
– Produce serenidad.
– Facilita la asimilación y la aceptación tras una pérdida.
– Disminuye el nivel de angustia y relaja
– Es un calmante natural, genera bienestar.
– Elimina emociones negativas
– Elimina toxinas.
– Etc..
Reprimir el llanto es perjudicial para la salud: aumenta la rabia, la agresividad y el estrés. La ansiedad aparece y se bloquean las emociones.
Se puede llorar por emociones negativas (pensamientos dañinos, malas noticias, tristeza, rabia, pérdida…) pero también se puede llorar por emociones positivas (alegría intensa, empatía, emoción…). Y es que como dice la psicóloga Ciara Molina “Emociones expresadas, emociones superadas”.
Solo tenemos que tener conciencia de que llorar, al igual que reír, son formas de expresión innatas en el ser humano y ambas forman parte de nuestra vida.